“Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación”.
Es difícil escribir a estas alturas sobre un opusculo cuyo contenido se ha extendido como la pólvora y cuya influencia se refleja en movimientos tan actuales como los “indignados” de las concentraciones del 15M.
Todos sabemos ya que ¡Indignaos! es un alegato contra el inmovilismo ideológico y una llamada a la rebelión cívica ante los nuevos enemigos que amenazan con marcar el siglo XXI: La corrupción, la sumisión de los gobiernos ante los mercados y la supeditación de los derechos humanos a intereses político-financieros.
De hecho lo sabemos tanto que quizá nos sorprendamos de qué poco se habla en el libro de grandes corporaciones, empresas de calificación, parqués, banca o FMI y cuanto se apela a los valores que determinaron la refundación de Europa tras la segunda guerrra mundial. En este sentido es mucho más actual el lúcido prólogo de Jose Luis Sampedro que el propio libro de Hessel.
Pocas pegas se pueden poner a una obra como ¡Indignaos!. Su mensaje es tan claro como necesario: reflexión y movilización como armas pacíficas de transformación de la sociedad. Ello no significa que debamos compartir todo el ideario del libro, sino reflexionar sobre él. Puestos a provocar debate, señalaré dos puntos que no me han gustado en esta obra:
Es evidente que Hessel, alemán de origen pero francés de corazón -se trasladó a París con 7 años- está embebido de la cultura gala, lo cual se evidencia en el chauvinismo con que mira la Historia. Decir que fueron los valores de la Resitencia francesa los que impulsaron la declaración de derechos humanos es cuando menos discutible Y que es el espíritu de esta Resitencia lo que hoy dia está en juego es ya llevar las cosas demasiado lejos. Máxime cuando somos muchos los que pensamos, apoyados por los hechos, que si sólo de la Resistencia Francea hubiera dependido la suerte de la II guerra mundial, Europa hablaría hoy alemán.
El segundo punto de desacuerdo es menos folclórico. Y tiene que ver con el difícil equilibrio que el autor elige para rechazar, pero a su vez comprender, el terrorismo. Buscando una salida tangencial a tan espinoso tema Hessel escribe: “decir la violencia no es eficaz es harto más relevante que saber si se debe condenar o no a quienes se entregan a ella. El terrorismo no es eficaz”. Y es que, bajo mi punto de vista, lo que menos importa es si el terrorismo resulta o no eficaz. El terrorismo debe rechazarse porque, por encima de todo, no es ético.
En conclusión, se comulgue o no con todo lo que Hessel expone, ¡Indignaos! resulta de lectura imprescindible. Lo terrible es que un mensaje tan simple como el que propone –mirad a vuestro alrededor e indignaos ante aquello que no os parezca justo- resulte casi revolucionario en estos tiempos de abulía que nos toca vivir.