No es que sienta una aversión especial por los relatos extensos, pero pido que la historia lo justifique. Por ello, cuando me enfrento a un volumen grueso –más de 500 páginas- me asalta un temor. Y este es saber si el autor habrá ponderado, antes de acometer la tarea, si en verdad su historia exige de 700 o 1000 páginas para ser narrada.
Un ejercicio de estilo nada sencillo –sintetizar es mucho
más difícil que abusar de las palabras- al que, si los escritores se aplicaran,
evitaría toneladas de material de relleno que, en muchísimos casos, inflan sus
narraciones sin aportar nada, desluciendo incluso el resultado final.
Pues bien, El Mapa Del Cielo de Félix J. Palma se alza
como extraña excepción a esta regla: Es un libro inflado, repetitivo y en
ocasiones aburrido, pero se salva por su principal defecto, esto es, por lo
brillante de las apostillas, observaciones y reflexiones que engordan y mucho la
trama principal. Y es que Félix J. Palma escribe muy bien pero, en esta
novela, lo mejor de su estilo emerge cuanto más se aleja del nudo de la
historia, que no es sino una nueva vuelta de tuerca al tan trillado tema de la invasión
alienígena del planeta.
Sólo en la tercera y última parte del libro, y de esta en su
mitad final, el escritor aporta sus propios recursos imaginativos al género
fantástico y lo hace con maestría, pero para eso hay que situarse ya sobre la
página 656 y pocos lectores llegarán hasta ahí sin cicatrices.
En definitiva, El Mapa del Cielo me parece un libro
demasiado largo, que nos muestra a un autor muy superior a la obra que ha
creado. Pese a todo, no lo calificaré como malo. Pasajes tan brillantes como
aquel en el que el protagonista describe su vocación de escritor, o el curioso
final del libro, lo redimen de ello.
Tengo en casa El Mapa Del Tiempo, el libro que encumbró a Félix J. Palma y que, intuyo, será muy superior a éste. Cuando lo lea les cuento.