mayo 21, 2012

David Lodge TRAPOS SUCIOS


"¿No ve nada sexual en sentarse completamente desnuda con un desconocido en una cajita de madera?"

Si hace poco expresaba las reticencias que me provoca un volumen de más de 5 centímetros de lomo, esta vez toca quejarme por quienes deciden lanzar a precio de libro una obra que, maquetada de forma convencional, no pasaría de las 25 o 30 páginas.

Trapos sucios no es una novela al uso, sino la mínima adaptación que David Lodge hizo en 1999 sobre la obra de teatro, escrita por él  y de idéntico título, estrenada un año antes. El resultado final es un libreto apenas maquillado, con un protagonismo aplastante de los diálogos y una ausencia total la literatura. Un esfuerzo, a mi entender, inútil.  Y es que si ya cuesta adivinar cómo un argumento tan simple llegó a estrenarse en algún escenario, más incomprensible resulta aún que se haya novelado.

La cosa va de las tribulaciones de dos escritores adinerados en relación a una perversa periodista de nuevo cuño. Algo que, leído desde España, suena tan fantástico como si en este libro hubiera aparecido un elfo.  Porque en nuestro pais los peridodistas jamás buscarán los trapos sucios a un escritor, un pintor o alguien relacionado con la ciencia, las artes o la cultura. Más que nada porque sus lectores, o no los conocen, o les importa un pijo sus aburridads vidas.

No, aquí los únicos periodistas mordaces los encontramos entre aquellos que se dedican a seguir la vida de gente inútil e improductiva –la prensa de corazón- o parapetados tras esa abundantísima prensa de extrema derecha que dispara a diario sus sofllamas contra todo lo que no sea el PP.

Rota pues la única utilidad que podría tener la obra, Trapos sucios se revela como un libro bastante tonto y, desde luego, totalmnete prescindible. 

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