"La violencia no tiene orejas. No avisa de su llegada. No
corre ni salta: solo estalla. Resulta estimulante no contenerse, no aplicar
ningún freno intelectual ni moral. No preguntarse si es correcto o no hundir un
puño en la cara de una mujer, asestarle zapatazos allí donde no se cubre,
tirarle de la cabellera hasta que ella ayuda un poco y se pone a andar. El olor
de la sangre, como el de la gasolina o la cola, es profundo, intenso. Llena por
completo los agujeros de tu cabeza, te recuerda que en algún sitio existe un
orden que sólo dictas tú. ¿Cómo evitar que eso no te guste?"
Cuenta Carlos Zanón que no descubrió que esta obra era una
novela negra hasta un año más tarde de su publicación, cuando gantó el premio
Brigada 21. Algo lento de reacciones me parece el autor ya que cualquiera que
se acerque a Tarde Mal y Nunca descubrirá, desde sus primeras páginas, que esta
narración es más negra que los cojones de Obama. Y utilizo esta vulgaridad con plena conciencia, en un
intento de situar el nivel intelectual de cualquiera de los protagonistas del
libro.
Tarde Mal y Nunca es una novela de la mala vida. De tipos
marginales de barrio abandonado, machistas, hiper violentos, con el cerebro
embotado por las drogas y una capacidad intelectual rayana a lo nulo. Aprendices aventajados de delincuentes que ya han consumado el fracaso y a los que sólo les queda esperar a que sus
vidas deriven, inevitablemente, en tragedia.
La novela es cruda, desgarrada y sin atisbo de poesía. Vivir
en la marginalidad es una mierda y tratar de buscar algo de lirismo en ello
resultaría, cuando menos, hipócrita. Algo que se agradece al autor, quien además huye de cualquier juicio moral
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