junio 25, 2012

Almudena Grandes EL LECTOR DE JULIO VERNE

"Así era el mundo, mi mundo, el lugar donde yo había crecido, donde había vivido durante nueve años, una ciénaga donde los valientes, los leales, los inteligentes, tenían que dejar de serlo si no querían morir jóvenes, y la autoridad se apoyaba en la traición, y los traidores lo eran siempre por dinero, y los héroes vivían como animales mientras los cobardes, los chivatos, los analfabetos, comían caliente y dormían en sus camas, amparados por el respeto de las personas decentes".


Con su anterior novela,  Ines y la Alegría, Almudena Grandes se embarcaba en un ambicioso proyecto titulado Episodios de una guerra interminable, con el objetivo de recuperar la memoria  casi extinguida de una lucha antifranquista que, en contra de lo que muchos creen,  no acabó en 1939. Por ello, al analizar sus dos últimos libros, prefiero separar la parte histórica de la puramente literaria.

Si nos centramos en la primera,  su labor es excelente. Almudena rescata en ambas obras detalles apasionantes  de nuestra historia que, a fuerza de querer ser ocultados, corren el riesgo real de acabar en el olvido.  Un diez. Respecto al aspecto literario, el resultado es, a mi juicio, más desigual

Debo reconocer que Inés y la Alegría no me gustó como novela, aun reconociendo el valor de la obra. El problema es que nunca llegué a creerme a la protagonista. Algo que, por fortuna,  no sucede en su nueva creación. El lector de Julio Verne nos presenta una trama robusta y muy bien articulada, en la que brillan unos personajes perfectamente construidos.  Pocas veces he leído una descripción tan precisa de la difícil convivencia entre ambos bandos –vencedores y vencidos- en la postguerra. Con ideología, sin duda, y muy clara, pero huyendo de maniqueísmos fáciles o injustas  equidistancias.

Es interesante subrayar que, a la hora de escribir, en Almudena conviven dos estilos.  Por un lado, el que caracteriza a la precisa narradora de personas y situaciones. Por otro, el que define la exuberante prosa que la autora exhibe cuando se trata de describir sentimientos.  Si el primero es claro y conciso, el segundo se desparrama en un torrente de frases, larguísimas y apenas separadas por algunas comas, que en ocasiones apabulla al lector. Un recurso que puede gustar más o menos pero, viendo la fruición con que lo utiliza, no cabe duda de que define a la autora.

En definitiva, El Lector de Julio Verne es un buen libro, que satisfará tanto a los amanrtes de la literatura de calidad como a aquellos que deseen bucear en nuestra historia más reciente. Eso sí, como este país es como es, dudo que apasione a quienes comulgan con nuestra moderna derecha. Una pena porque ellos, más que nadie, necesitan este tipo de lecturas. Además, con lo que ha llovido desde entonces, los Episodios de una Guerra Interminable de Almudena Grandes no deberían levantar ya ninguna ampolla. ¿O sí?

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