Tras intensa deliberación el jurado de ALQP ha decidido por
unanimidad DECLARAR SIN GANADOR (QUE NO DESIERTO) EL PREMIO TRUÑOLIBRO A LA PEOR OBRA LEÍDA EN
2012.
Este resultado, que en cualquier certamen normal llevaría al
desánimo, es sin embargo aquí motivo de alegría y alborozo, pues significa que
durante un año mis sentidos han permanecido a resguardo de los nefastos
efectos de la prosa emponzoñada.
Tampoco hay que creer
que en 2012 todos los libros que he leído han sido buenos. El mal siempre acecha y
puede anidar tras un título sugerente, agazapado
bajo la respetabilidad de un autor laureado o campando a placer por la nueva obra
de ese escritor cuyo anterior libro tanto te había gustado. Pero, llámenme blando, ninguna de estas obras
ha sido tan horripilante como para figurar al lado de truños tan reconocidos como “El pont dels jueus” o “El Ángel Perdido”.
En todas las novelas que he leído en 2012 he hallado algún elemento
rescatable,-oculto a veces, bien es cierto- que acababa redimiendo el escrito. Quizá
la excepción haya sido “Trapos sucios” de David Lodge, en la que nada bueno he
encontrado, pero se trata de un libelo tan insustancial que no merece premio alguno, tan
siquiera el de peor libro.
Reconozco también que en esta decisión pesa un cierto
espíritu corporativo, exacerbado desde que vuelvo a escribir. Y es que no puedo
tildar como truño la obra de autores aún no consagrados, con lo difícil que
está esto de tratar de vivir de la literatura.
Por tanto, este año el premio no se dirige a ninguna obra ni
autor concreto sino que tendrá un carácter genérico.
El premio Truñolibro 2012 va dedicado a todos aquellos autores que creen que un libro serio no puede tener menos de 500 páginas y que se aplican a ello inflando con toneladas de letra vacua obras que, despojadas de tanta paja literaria, ganarían una barbaridad.
Imagino que Santiago Posteguillo reúne méritos más que
sobrados para recibir el premio en nombre de tantos y tantos autores. Pero se salvará ya que aún no he leído ninguno de
sus libros –no me atrevo- y solo puedo juzgarlo por el amedrentador grueso de sus tomos, con los que podría calzarse un Boeing. Por tanto, hago custodio del premio a Félix J.Palma, cuyas novelas casi dislocan mis brazos y sobre las que en su día recomendé, con todo cariño, pasar una buena tijera podadora.
Felicitando a los que se crean merecedores de esta
distinción, sólo queda esperar que en 2013 el certamen continúe sin ganador.
Nuestra salud mental lo agradecerá.