diciembre 16, 2011

Carlos Ruiz Zafón EL PRISIONERO DEL CIELO

"Recuperó el raro placer de orinar al viento sin ardores ni sucesos vergonzantes y se dijo que un hombre que podía mear de pie y sin ayuda era un hombre en condiciones de afrontar sus responsabilidades.".

Permitan que por una vez empiece el comentario por el final: El prisionero del Cielo es un engaño y una falta de respeto hacia los lectores. A partir de aquí, me explico:

Hay una gran diferencia entre una saga y una novela por entregas. En el primer supuesto, cada volumen suele tener entidad propia, -presentación, nudo y desenlace- si bien algunos elementos se supeditan a una historia que transita de un libro a otro. El segundo es una historia troceada en partes, sin que éstas tengan sentido por sí mismas. Eso sí, una vez completada la historia, ésta puede inscribirse, si el autor lo desea, en una saga.

El Prisionero del Cielo es una obra capada, cortada de forma súbita en una determinada página par continuarla, se supone, en un nuevo volumen.  El problema es que no da aviso y se presenta como lo que no es, o sea, un libro completo, lo que supone un engaño hacia el comprador. Los motivos cuestan de entender. Si Zafón no ha acabado su historia, debería guardar lo escrito en un cajón y seguir trabajando hasta completarla. Si, como me temo, la obra está ya terminada y una luminaria de la editorial ha decidido cuartearla para hacernos pagar el doble o el triple por leerla, la jugada me parece ruín.

Porque nada justifica dividir esta obra. Ni su extensión. De hecho el libro está hinchadísimo y  las 377 páginas que presenta se han logrado en base a artificios de composición. Baste un ejemplo. Si se hubiera maquetado igual que La Sombra del Viento – 575 páginas en la edición original de Planeta- El prisionero del Cielo ocuparía poco más de 200.  O sea, que margen para imprimir más novela había. Posiblemente toda.

Disculparé a Zafón de esta tomadura de pelo, que puede deberse a oscuros manejos de marketing editorial. Pero no lo haré respecto al sentido mismo de la obra, ya que El Prisionero del Cielo es un libro cuyo argumento –la parte que deja entrever, claro- no casa con sus dos obras predecesorass, en especial con El Juego del Ángel. Tanto, que algunas situaciones contradicen claramente  lo que el autor había ya escrito con anterioridad. Todo ello lleva a sospechar si de verdad se quería hacer una saga con esta historia o se ha llegado a ella para dar una nueva vuelta de tuerca al filón.

En cuanto al estilo, si en Carlos Ruiz Zafón coexistían la sorna de un Eduardo Mendoza y el ambiente onírico de un Borges, debemos olvidarnos de esta segunda influencia y centrarnos en la primera. Ello implica que desaparece el aura de misterio e irrealidad que marcó sus dos novelas anteriores mientras cobra total relevancia el tono de sainete, deudor en exceso de Mendoza. Por desgracia, abusa tanto de este recurso que lo eleva al rango de caricatura, restando credibilidad a los personajes.

Pese a sus excesos, justo es decir que Zafón escribe muy bien. Y respecto a la trama, una vez despojado el libro de elementos mágicos o irreales de las obras precedentes, lo que queda es una novela de aventuras -con referencias demasiado explícitas a clásicos del género como El Conde de Montecristo, por cierto-, divertida pero muy ligera.

En definitiva, me ha costado mucho postular a El Prisionero del Cielo como truñolibro del año. Y lo hago a pesar de la calidad innegable de Zafón, del interés –que lo tiene- de la historia que propone y del respeto que profeso a un escritor que me hizo disfrutar tanto en sus anteriores libros. Incluso le perdonaría en parte ese afán por exprimir La Sombra del Viento. El Prisionero del Cielo accede a esta distinción porque es un fraude pagar 22,90 euros por la mitad de un libro. Un timo contra el que los lectores debemos rebelarnos. Y una inconsciencia por parte de la editorial en estos tiempos en que quien compra un libro es porque quiere, ya que existen fórmulas para conseguirlo sin pagar un euro. Luego se quejan.

diciembre 11, 2011

Víctor del Árbol LA TRISTEZA DEL SAMURÁI

"Eso era la Justicia, pensó María, mientras repasaba con los dedos aquellos estantes: la pretensión absurda de que la naturaleza humana puede ser dominada por el poder de la ley. Reducirlo todo a un sumario de unas pocas páginas, ordenar el hecho, juzgarlo, archivarlo y olvidarlo. Así de simple. Y sin embargo, bastaba el silencio de aquel lugar para escuchar el murmullo de las palabras escritas, de sus protagonistas, los gritos de las víctimas, los odios nunca olvidados de las partes, el dolor que jamás cesaría".

El intento de golpe de estado del teniente coronel Tejero ha proporcionado mucha más narrativa de ensayo que de ficción. Y eso que el tema da juego. Así debió entenderlo, sólo en parte, Victor del Árbol al abordar La tristeza del samurái, una inquietante novela que nos transporta desde la postguerra española hasta el mismo 23 de febrero de 1981.  Y recalco lo de sólo en parte, pues se equivocará quien crea que la asonada militar es el eje central sobre el que pivota la novela. Antes al contrario, es un recurso para situar la obra y sobre todo acabar de perfilar el carácter de uno de sus personajes centrales, el pérfido Publio. Por ello el lector no encontrará el menor dato que arroje luz sobre la enorme cantidad de sombras que aun rodean el levantamiento. Pero no importa. Como ya he dicho, ese no es el objeto del libro. La tristeza del samurái nos habla de intrigas, lealtades, cobardías, injusticias, venganzas y miedos. Y lo hace con un lenguaje preciso, áspero incluso, en el que no caben ironías o sentido del humor.

En resumen, la tristeza del samurái es un libro absorbente y en ocasiones angustioso, en el que apenas iniciada la lectura ya se asume que no tendrá un final feliz. Una buena novela a la que, para mi gusto, solo le sobra un par de cosas para merecer la categoría de grande. 

noviembre 24, 2011

Javier SIerra EL ÁNGEL PERDIDO

"La mujer reconoció aquel aplomo al instante. Su interlocutor sabía cómo hacer que su pecho se inflamase de patriotismo y que sus pies despegasen del suelo deseando cumplir con cualquier misión".

Cuenta Javier Sierra que su pasión por el detalle llega a tal punto que, a fin de documentarse sobre el monte Ararat, lo escaló. Y aunque supongo que este hito puede marcar una gesta en lo deportivo, tras leer el libro, dudo que tal esfuerzo haya merecido la pena. Es más, me atrevería a decir que para parir una obra como esta, bien podría haberse quedado en casa.

El Ángel Perdido es un libro malo, muy malo. Y no lo digo por su temática. A fin de cuentas creer en angelitos o no va a gustos y el género de ficción admite propuestas mucho más fantásticas que la que aquí plantea Sierra. Mi calificación viene dada por lo inconsistente de los personajes, lo incongruente de las situaciones y la incapacidad del autor para ordenar más o menos una trama con cierta lógica.

Y es una pena, pues Javier Sierra tiene algunos libros que no están mal, como La Cena Secreta. Pero en El Ángel Perdido ha tratado de hilvanar una ambiciosa historia a medio camino entre Dan Brown y Frederick Forsyth en la que parece que solo ha imitado lo peor de ambos, que es mucho. Para colmo, la historia desprende un tufillo entre pío y reaccionario que tampoco ayuda a su digestión.

Javier Sierra vende mucho, sobre todo en Estados Unidos. Este libro no será una excepción y créanme en sinceridad que me alegro, pues la industria editorial necesita ganar dinero para mantenerse en estos años tan convulsos. Pero ello no quita a que incluya, por méritos más que sobrados, a El Ángel Perdido en la lista de aspirantes al premio Truñolibro 2011.

Manuel Vázquez Montalbán CUENTOS NEGROS

“… Todo escritor sabe que el verdadero asesino de sus novelas es él mismo. El escritor es la chica del bar y el amante de la chica del bar, el ganster y el policía, el homosexual y el fascista, el marxista y el heterosexual, la víctima y el asesino”.

En un artículo anterior confesaba que Juan Marsé me ganó para la literatura. Pues bien, con la misma sinceridad debo reconocer que mi autor de referencia, aquel con el que más me he identificado, ha sido Manuel Vázquez Montalbán. Tanto que, aunque ya han pasado 8 años desde su fallecimiento, aun lo noto a faltar. Me hubiera encantado ver cómo afrontaba el movimiento de los indignados, la crisis de los mercados, el auge de la ultraderecha mediática, la primavera árabe, el pelotazo del fórum y hasta el fenómeno Guardiola con su lucidez y socarronería habitual. Porque Manuel Vázquez Montalbán no era solo un escritor, un articulista, un gastrónomo, un poeta o un teórico de la comunicación. Era un intelectual en el amplio sentido de la palabra, una persona de amplísima cultura capaz de marcar con su pensamiento cualquier actividad que se proponía.

Montalbán era muy prolijo. Podías escucharlo en la radio y leerlo en diarios, revistas o en su propia obra literaria, tanto ensayística como de ficción. Quizá por ello el vacío tras su marcha fue tan grande. No sólo perdías una persona sino unos usos que ya formaban parte de tu cotidianeidad. Claro que, por lo difícil de abarcar una obra tan extensa, es posible enfrentarse hoy día a dos nuevas recopilaciones del autor con la casi seguridad de no haber leído –o no recordar haberlo hecho al menos- buena parte del material que contienen.

Cuentos negros, el libro que nos ocupa, es una selección de relatos más o menos breves protagonizados por Pepe Carvalho. Y subrayo lo de relativamente breves, ya que el libro abre con La muchacha que pudo ser Emmanuelle, una historia aparecida por entregas en El Pais durante el verano de 1997 y que, por extensión y estructura, se asemeja más a una novela que a un cuento.

Leer de nuevo al detective y ex agente de la CIA pone la piel de gallina. Y es que enfrentarse otra vez con Carvalho, Biscuter o Fuster puede producir en el lector el espejismo de que todo sigue igual, que estos personajes no se han ido y que su creador, saneado tras unas largas vacaciones, vuelve con el empuje de siempre. Un efecto irreal, pero que vale la pena disfrutar al menos mientras dure el libro. Porque al cerrar la última página acabaremos reconociendo, muy a nuestro pesar, que las historias de Carvalho están apuntaladas en una Barcelona que cada vez se parece menos a la actual, que muchos de los restaurantes que cita cerraron hace tiempo, que nadie se preocupa ya de posmodernidades y, por encima de todo, que aún no ha aparecido un ningún escritor con capacidad ni cultura suficiente como para recoger su legado y continuar con su estilo.

Y eso que no hay mes en que las editoriales no proclamen fútiles pretendientes a tal honor.

" Carvalho detestaba dejar Barcelona e irse a Madrid, como si fuera irse a las antípodas. Madrid es una ciudad llena de representantes de empresas norteamericanas y de cantantes de flamenco de paisano, de ministros y ex ministros, de filósofos posmodernos y picadores de toros con varices, de espías israelitas y de alcahuetas de la jet society, de diputados de provincias y de comandos de ETA, de ejecutivos agresivos y de ejecutivos agredidos, y además todo el mundo comía bocadillos de calamares y hablaba silabeando como los chinos en las películas americanas".

septiembre 24, 2011

Glenn Cooper LA BIBLIOTECA DE LOS MUERTOS

“El movimiento del palo en el swing fue lento y perfecto, y cuando el arco alcanzó su punto álgido –justo un momento antes de que una bala atravesara el cráneo de Elder  y salpicara al cuarteto con sangre y trozos de cerebro- pensó que la vida era demasiado bonita”.

Lo reconozco. Este libro tenía todos los ingredientes para postularlo como candidato al premio Truñolibro 2011: Personajes rancios, escaso oficio literario por parte del autor y unos errores históricos en la trama que claman al cielo.

Pero el argumento tenía su aquello, el libro se dejaba leer, a Glenn Cooper no le falta sentido del humor y además, la historia transita por lugares en los que estaba o acababa de poner el pie.

Total, que me he divertido con su lectura. No sé si tanto como para correr a por la sgunda parte, El libro de las almas, que acaba de salir este mes de septiembre. Pero más pronto o más tarde editarán la versión de bolsillo y, cuando aparezca, a buen seguro terminará acomañándome de vacaciones. Al tiempo.

septiembre 21, 2011

Donna Leon TESTAMENTO MORTAL

"La vida pone un pie delante del otro, silbando una tonada que es lúgubre o alegre, alternativamente, pero siempre pone un pie delante del otro y sigue avanzando".

Haces unos meses, al hilo del anterior trabajo de Donna León, recordé que la autora no había envejecido a sus personajes. Chiara y Rafi llevan 20 años siendo adolescentes, mientras sus padres siguen instalados en ese concepto tan impreciso al que llaman mediana edad. Está bien. En ocasiones te gusta reencontrarte con tus personajes favoritos tal como los dejaste la última vez, y no descubrir en ellos a unos tipos achacosos y vencidos por los años. Además, ver envejecer a los protagonistas de tus historias te obliga a recordar lo viejo que como lector eres, lo cual no es siempre de agradecer.

Sin embargo, el hecho de que Donna Leon mantenga a Brunertti en la eterna juventud no significa que la autora no reflexione sobre el paso del tiempo. Testamento mortal es una constante  yuxtaposición entre lo efímero de la vida, evidenciado por unos personajes cargados de años, recuerdos, secretos y cuentas pendientes, y lo impertubable de la belleza que ejemplariza Venecia.

Una novela bonita, en la que no faltan los rasgos familiares que caracterizan la saga -Brunetti no sería nadie sin el inspector Vianello, el superintendente Patta o la signorina Electra- y a la que, como sucede en las últimas obras de la escritora norteamericana, todo lo que pierde de novela negra lo gana como historia entrañable.

Los diálogos, como siempre, magistrales.

Michael Connelly EL OBSERVATORIO

"En sus propias pupilas, Bosch vio una comprensión de la esencia del trabajo de un detective de homicidios: vio que, cuando saliera por aquella puerta, se sentiría deseoso y capacitado para hacer lo que hiciera falta, costara lo que costase, para cumplir con su obligación. Pensarlo lo hizo sentirse a prueba de balas".

Reconozco que nunca me había acercado a la obra de Michael Connelly y que, por tanto, desconocía al detective Harry Bosch. La verdad, no sé si le daré otra oportunidad. Y eso que la novela cumple su función como libro de verano, esto es,  la trama  no aburre y se deja leer.  Pero le falta literatura y le sobra guión de cine., todo q¡y que, como película, el argumento apenas para elaborar un telefilm de segunda.

Una historia policíaca necesita una chispa especial para transformarse en novela negra. Aquí no la he encontrado. Incluso el protagonista, supuesto héroe, me ha parecido un verdadero estúpido.
Supongo que los que han leido las 12 novelas anteriores del detective Harry Bosch –un acrónimo de Hieronymus Bosch, el pintor holandés que por aquí denominamos como El Bosco- conocerán mucho mejor que yo al personaje y sabrán encontrarle unos matices que no logro ver. O quizá esta obra, la número 13 y publicada por entregas en The New York Times, no está a la altura de las demás.

Para mi gusto El Observatorio es una novela intrascendente, ni frío ni calor, de la que sobre todo se agradece su brevedad.

Leer mientras viajas

Para viajar en vacaciones no hay nada como los libros de bolsillo, fáciles de transportar y reemplazables en caso de pérdida o descuido. Lecturas sencillas que, que sin robar protagonismo al viaje, amenizan esos momentos de relax que siempre se abren en toda escapada.

Reconozco que para mí tiene algo de ritual acercarme a alguna librería -o gran superficie, da igual- y seleccionar los libros que me acompañarán en las vacaciones. Siempre compro de más, por si acaso y,  aunque me atrevo con lecturas que difícilmente abordaría el resto del año, al final coloco en la maleta a algún autor que no me sorprenda. Por si acaso también.

Navegando en lo nuevo, a veces descubro alguna joya y otras me ha tocado he tragado un ladrillo, cosa que hago sin quejarme mientras la prosa sea de fácil digestión.

Estas vacaciones de 2011 me han acompañado Testamento Mortal de Donna Leon, El Observatorio de Michael Connelly y La Biblioteca de los Muertos de Glenn Cooper.

En los proximos días aparecerán las reseñas de los tres libros.

agosto 08, 2011

Juan Marsé CALIGRAFÍA DE LOS SUEÑOS

"Todo está en el espejo y permanece estable y real, mucho más allá de las engañosas manchas de azogue y de la fantasmagoría de la taberna con su atmósfera inesperadamente cañí, todo parece hallarse más allá de lo contingente, incierto y neblinoso, y él siente en la sangre la fascinación irresistible del mañana, algo indefinible pero más tangible, intenso y vívido que la vida real, una exaltación interior que se nutre de buenos augurios y azares futuros".

No sé si a ustedes también les sucede, pero muchas de las obras se esfuman de mi mente al poco tiempo de leerlas, sin dejar recuerdo aparente. Hay otros libros en los que descubro cuanto me han influenciado al releerlos; y hay obras que tan siquiera necesito releer salvo por el placer de hacerlo pues, pase el tiempo que pase, permanecerán siempre instaladas en mi memoria. “Ultimas tardes con Teresa” es una de ellas. Puedo afirmar sin complejos que, aunque uno ya era de leer, con ese libro Juan Marsé me conquistó como adepto, no ya a su obra, sino a la literatura.

Quizá por todo lo expuesto entenderán mi emoción al  enfrentarme a una nueva obra de Marsé. Cariño y respeto se confunden. Y un cierto temor a que el retoño no responda a unas expectativas que yo mismo considero demasiado altas.

“Caligrafía de los sueños” lo ha conseguido de nuevo, aunque reconozco que el autor no lo ha puesto fácil. Con evidentes resonancias de “Si te dicen que caí”, la obra podría pasar por una serie de apuntes autobiográficos, escritos para consumo del propio Marsé, apenas revestidos por una trama que recuerda mucho a la canción Penélope de Serrat. Poca sustancia para ensamblar una obra consitente.

Sin embargo “Caligrafía de los sueños” te va ganando a medida que lo lees. Al principio por la maestría de su narrativa y, a medida que se van consumiendo las páginas, por el propio argumento, mucho menos accesorio de lo que en principio podría presumirse.

No me extenderé más. Quienes no conozcan la obra del escritor barcelonés pueden empezar por “Últimas tardes con Teresa” y acabar con esta Caligrafía de los Sueños. Si prefieren otra combinación prueben con “Teniente Bravo”, “El embrujo de Shangai”… No se planteen demasiado el orden, pero lean a Marsé.

julio 21, 2011

John le Carré UN TRAIDOR COMO LOS NUESTROS

Y supongo que, pese a sus fundadas reservas respecto a nosotros, por un momento deseó ser espía, ¿no?

La literatura buena, la de calidad, es la que consigue elevarse por encima del género al que se adscribe para aportar valorres universales. Esto es así dede los tiempos de Don Quijote y se evidencia en la obra de John le Carré.

Le Carré es quizá el mejor escritor de novleas de espías de todos los tiempos. Pero su obra no se limita a recrear aventuras de agentes secretos, espías dobles o servicios de inteligencia.  Opuesto a arquetipos tipo James Bond, Le Carré es capaz de crear admósferas intimistas cargadas de imágenes de  soledad, desamor o tristeza y combinarlas a la vez con una crítica feroz a los excesos del sistema capitalista actual. Y todo ello sin ceder un ápice la tensión narrativa.

El autor,  célebre desde la década de los 60 con libros como “el espía que surgió del frío” o el inicio de la saga del agente Smiley, vivió su propia caída del telón de acero sin qque su obra se resintiera. Es más,  liberado de las ataduras estilísticas de la guerra fría, es a partir de este momento cuando comienza, para mi gusto, lo mejor de su obra. A esta época corresponde “el jardinero fiel”, un apasionado relato de amor y una crítica despiadada a los usos de la gran industria farmacéutica, cuyas miserias, intereses espureos y usos fraudulentos se exponen al lector sin paños clarinetes.

Y en esa misma línea encontramos “un traidor como los nuestros”, una novela que, si bien no es tan redonda como “el jardinero fiel” nos muestra al mejor John Le Carré.  De su mano vamos a conocer como funciona la industria del blanqueo de capitales a gran escala, su imbricación con gobiernos e instituciones corruptas –desde Gran Bretaña hasta la ONU- y el impacto que estas inmensas bolsas de dinero fraudulento tienen en las economías occidentales en plena crisis económica.

En definitiva, “un traidor como los nuestros” es un excelente libro, recomendable tanto para los conocedores de Le Carré como para aquellos que quieran iniciarse en su obra. Y para todos los que deseen bucear en las cloacas de nuestra socuedad mientras disfrutan de una buena novela.

junio 16, 2011

Eduardo Mendoza RIÑA DE GATOS

“-Mire, padre, la gente no quema iglesias y conventos sin ton ni son. Nunca han quemado una taberna, un hospital ni una plaza de toros. Si en toda España el pueblo elige quemar iglesias, con lo que cuestan de prender, por algo será".

En la primavera de 1936 la guerra civil parece ya inevitable y Madrid es el centro de todas las conjuras, intrigas y ruidos de sables o fusiles. En ese convulso marco sitúa Eduardo Mendoza su última novela. Pese a lo atractivo del escenario, Riña de gatos no es una novela histórica ni un relato costumbrista sino un gran folletín de lances y enredos, una novela con más capa que espada que nos devuelve al mejor Eduardo Mendoza.

Mientras en “La ciudad de los prodigios” o “Mauricio y las elecciones primarias” Barcelona era protagonista del relato, el Madrid que aquí homenajea el autor comparte cartel con la gran cantidad de personajes que desfilan por la obra, tanto imaginarios como reales. Entre estos últimos hallaremos a Franco, José Antonio, Azaña, Mola, Sánchez Mazas, Alcalá Zamora o Serrano Suñer.

Los líos en que se mete el fracasado profesor inglés y especialista en Velázquez que protagoniza Riña de gatos, llegarán a recordarnos a “la aventura del tocador de señoras". Y aunque la trama es mucho menos histriónica que la de este libro o el más reciente “Pomponio Flato”, los amantes del peculiar sentido del humor de Eduardo Mendoza no se sentirán defraudados:

“-(…) ¿Es verdad que en su pueblo los hombres llevan faldas?
-En Escocia, y sólo los días de fiesta.
-Ja. Me barrunto yo qué fiestas serán esas –rió la mujerona.

Eduardo Mendoza es un maestro de la literatura y Riña de Gatos una excelente muestra de su mejor forma de escribir. Que este libro recibiera el Planeta de 2010 engrandece el premio.

junio 06, 2011

Henning Mankell EL HOMBRE INQUIETO

De repente, sabía cómo encajaba todo. Baiba tenía razón, su amada Baiba, a la que ahora añoraba más que nunca.
“Detrás de cada persona hay siempre otra” Y el error por él cometido consistía en haber confundido quién iba delante y quién detrás.

Como sucede con las grandes obras, El hombre inquieto son varios libros en uno. Por un lado encontramos a Mankell aplicando una nueva vuelta de tuerca a las escotillas traseras del estado sueco, cusestionando esta vez el posicionamiento de este país durante la guerra fría. El argumento, desarrollado con maestría, hará las delicias de los amantes de las tramas de espionaje.

Por otro lado, esta obra plantea una reflexión permanente sobre e el advenimiento de la vejez y las contradicciones, los miedos y las renuncias que tal etapa conlleva. Y lo hace con crudeza, sin demagogias o sombras de falso optimismo. El hombre inquieto es un libro que puede resultar muy duro para aquellos que empezamos a meditar sobre el futuro desde la perspectiva de una cierta edad.

Por último, El Hombre Inquieto signifca la despedida definitiva del inspector Kurt Wallander. Un adiós triste, tristísimo, con el que Henning Mankell se deshace de su personaje más memorable. En un libro cargado de renuncias, el autor se demuestra frío como el aire de Malmö a la hora de despedirse de su creación. La emoción, el sentimiento, queda para los lectores. Supongo que seremos legión los que, como yo, se han conmivido, incluso indignado, al ser obligados a despedirnos de Wallander de un modo tan cruel. Y aunque no descarto la posibilidad de saber algo más del expolicia de Ystad a través de su hija, tampoco me atrevería a asegurarlo.

En resumen, El hombre inquieto es una gran novela no recomendable para cincuentones depresivos o para aquellos que se acerquen por vez primera al universo de Wallander. Quienes no se sitúen en ninguno de estos grupos hallarán esta obra irresistible.

mayo 29, 2011

Stephane Hessel ¡INDIGNAOS!

“Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación”.

Es difícil escribir a estas alturas sobre un opusculo cuyo contenido se ha extendido como la pólvora y cuya influencia se refleja en movimientos tan actuales como los “indignados” de las concentraciones del 15M.

Todos sabemos ya que ¡Indignaos! es un alegato contra el inmovilismo ideológico y una llamada a la rebelión cívica ante los nuevos enemigos que amenazan con marcar el siglo XXI: La corrupción, la sumisión de los gobiernos ante los mercados y la supeditación de los derechos humanos a intereses político-financieros.

De hecho lo sabemos tanto que quizá nos sorprendamos de qué poco se habla en el libro de grandes corporaciones, empresas de calificación, parqués, banca o FMI y cuanto se apela a los valores que determinaron la refundación de Europa tras la segunda guerrra mundial. En este sentido es mucho más actual el lúcido prólogo de Jose Luis Sampedro que el propio libro de Hessel.

Pocas pegas se pueden poner a una obra como ¡Indignaos!. Su mensaje es tan claro como necesario: reflexión y movilización como armas pacíficas de transformación de la sociedad. Ello no significa que debamos compartir todo el ideario del libro, sino reflexionar sobre él. Puestos a provocar debate, señalaré dos puntos que no me han gustado en esta obra:
Es evidente que Hessel, alemán de origen pero francés de corazón -se trasladó a París con 7 años- está embebido de la cultura gala, lo cual se evidencia en el chauvinismo con que mira la Historia. Decir que fueron los valores de la Resitencia francesa los que impulsaron la declaración de derechos humanos es cuando menos discutible Y que es el espíritu de esta Resitencia lo que hoy dia está en juego es ya llevar las cosas demasiado lejos. Máxime cuando somos muchos los que pensamos, apoyados por los hechos, que si sólo de la Resistencia Francea hubiera dependido la suerte de la II guerra mundial, Europa hablaría hoy alemán.
El segundo punto de desacuerdo es menos folclórico. Y tiene que ver con el difícil equilibrio que el autor elige para rechazar, pero a su vez comprender, el terrorismo. Buscando una salida tangencial a tan espinoso tema Hessel escribe: “decir la violencia no es eficaz es harto más relevante que saber si se debe condenar o no a quienes se entregan a ella. El terrorismo no es eficaz”. Y es que, bajo mi punto de vista, lo que menos importa es si el terrorismo resulta o no eficaz. El terrorismo debe rechazarse porque, por encima de todo, no es ético.
En conclusión, se comulgue o no con todo lo que Hessel expone, ¡Indignaos! resulta de lectura imprescindible. Lo terrible es que un mensaje tan simple como el que propone –mirad a vuestro alrededor e indignaos ante aquello que no os parezca justo- resulte casi revolucionario en estos tiempos de abulía que nos toca vivir.

mayo 25, 2011

Fred Vargas LA TERCERA VIRGEN

"(…) -Dese bastante prisa en volver, teniente, el gato no está muy bien.
- Es porque me fui sin avisar. Pásemelo.
Adamsberg se arrodilló y pegó el móvil al oído del gato. Había conocido a un pastor que telefoneaba a su oveja veterana para mantener su equilibrio psicológico y, desde entonces, ese tipo de cosas había dejado de sorprenderlo. Incluso recordaba el nombre de la oveja, George Sand."

Policías que hablan de Emmanuel Kant mientras toman un café, citan párrafos enteros de Guy de Maupassant o disfrutan con códices renacentistas; agentes entrenadas para dormir de pie como troncos y animales con poderes insospechados capaces de motivar delirantes persecuciones; paisanos influidos por su zona de origen de tal modo que más que convecinos parecen miembros de una oscura secta; hombres que hablan con la tierra a través de sus manos. En definitiva, personajes histriónicos, exagerados e inverosímiles que en “La tercera Virgen alcanzan su máxima expresión de la mano de un tipo que solo habla en verso, ya citando estrofas de Racine, ya glosando sus propios ripios cuando la situación lo exige. Eso sí, buscando no traicionar el estilo del autor galo.

Entenderán que este es un libro que defraudará a los amantes de la novela negra más tradicional y aun más a quienes valoran aspectos como la credibilidad o la cotidianeidad de los personajes en un libro.  Lo que parece claro es que Frederique Audouin-Rouzeau –a nadie debe extrañar que con semejante nombre decidiera acortarlo por el más aséptico de Fred Vargas-   no piensa encasillarse en los estereotipos de la novela negra y apunta más alto en sus pretensiones literarias. Otra cosa es que lo logre.

Y es que en el fiel de mi balanza loas y críticas se equilibran. Reconozco que la propuesta de Vargas es tan arriesgada como meritoria. Tiene a favor su capacidad para crear un rico imaginario al que además sabe imprimirle un sello muy personal. Y ser original, en los tiempos que corren, merece cuando menos un reconocimiento. Por contra, la mezcla de tantos elementos en una misma narración llega a hacer la lectura farragosa por momentos , convirtiendo la historia en una amalgama de géneros difícil de digerir.

La tercera virgen es un libro que conviene leer aunque sólo sea para formarse una opinión sobre la autora.  Si recelan,  sepan que  las ventas están dando la razón a Vargas.

abril 28, 2011

Clara Sánchez LO QUE ESCONDE TU NOMBRE

“Ahora el sol se ponía un minuto antes cada día, como más o menos le ocurría a mi vida” (Julián)


Clara Sánchez nos presenta en esta obra, ganadora del premio Nadal en 2010, una inquietante historia a dos voces en la que, bajo el paraguas de una historia de antiguos nazis, se reflexiona sobre el inevitable paso del tiempo.

Tiene a su favor el libro que no es previsible en su argumento y que está muy bien escrito. Y en su contra, siempre bajo mi personal criterio, que es un a novela cuya tensión va de más a menos. Promete mucho más en la página 50 que lo que ofrece en la 300. En medio Sandra y Julián, los dos personajes protagonistas, ambos muy bien construidos. Tanto que a uno lo llegas a querer, aunque a veces te desconcierte, mientras que el otro no deja de asombrarte de puro tonto que es. No doy más pistas. Dejo a los futuros lectores el adivinar quien es quien.

Se ha etiquetado “Lo que esconde tu nombre” como una novela de terror. No es cierto. Ni asusta ni pretende hacerlo. Se trata, eso sí, de un libro interesante que nos recuerda que los viejos nazis que aun no se han muerto son, antes que nazis, viejos. Y sus cazadores, por desgracia, también.

abril 27, 2011

Donna Leon CUESTION DE FE


“Sacrificad a los niños, capturad a los ciudadanos y vendedlos como esclavos, degollad a todos los hombres en edad de voto, violad a las vírgenes sobre los altares de los dioses, haced esto y más, pero no toquéis a un turista, ni al turismo. La espada de Marte es menos poderosa que sus tarjetas de crédito; sus compras todo lo pueden”.
(El inspector Brunetti ironizando para sus adentros sobre la importancia que las autoridades venecianas dan al turismo)

Nadie duda a estas alturas que la novela negra es un género en sí mismo. Sobrevalorada por la crítica en algunas ocasiones –como sucede con la moda actual por este tipo de narrativa- y ninguneada la mayoría de las veces por esos mismos exégetas de la literatura, las historias de crímenes y criminales, bajos fondos y vicio en altas esferas, policías santos o corruptos, putas de lujo, mujeres fatales y asesinatos de casi imposible esclarecimiento, han conseguido gracias al fervor del público un lugar propio en la literatura.

Quizá el mayor encanto de la novela negra es que en ella cabe casi de todo: dureza, lirismo, crítica social, amor, acción, misterio… No extraña pues que bajo el mismo sello aparezcan libros muy distintos o que bajo esta denominación englobemos a personajes tan diferentes como el Carvalho de Montalbán, el Bird de Connolly o el Wallander de Mankell. Eso sí, les aúna el haber sido creados para protagonizar una saga, uno de los grandes recursos de muchos autores de literatura negra.

En este contexto cabe enmarcar al comisario de la questura de Venecia Guido Brunetti, quien de la mano de su creadora Donna Leon lleva casi 20 años resolviendo toda suerte de crímenes en la ciudad de los canales.

A quien aun no conozca la obra de esta autora norteamericana afincada en Venecia, que escribe en inglés y que nunca ha permitido que sus novelas se traduzcan al italiano –un detalle jactancioso que, para mi gusto, dice muy poco de ella- le recomendaría que no empezara por este libro. Es más, le pediría que se olvidara, de momento, de sus cuatro o cinco últimos trabajos.

No es que “Cuestión de fe” sea un mal libro, pero evidencia en exceso que es la decimoctava vez que Donna Leon da vida a Brunetti. Y el cariño que la autora destila por el inspector le lleva a recrearse más en el personaje que en redondear la trama. Algo que puede desconcertar a los lectores noveles y que tan siquiera todos los seguidores de la saga aplaudirán. Y eso que Brunetti se hace querer. Por su simplicidad, su honradez y el buen rollo que destila. Incluso por su familia que, de tan perfecta que es, resulta irreal. Además, Donna Leon ha tenido el buen gusto de no envejecer apenas a sus personajes en estos 20 años. Es un detalle que le honra, cuando la tendencia de muchos autores es asignar un ciclo vital a los personajes, que suele coincidir con el del autor.

En definitiva, que nadie espere un trepidante thriller, todo y que la trama policial, con asesinato incluído, ahí está. Tampoco es un alegato político, aunque la autora vierta una crítica demoledora sobre la política, la sociedad y la justicia italiana, apenas velada por su fino sentido del humor. “Cuestión de fe• es un homenaje a unos personajes y a una ciudad que conforman la esencia de la escritora.

Mi veredicto sobre la obra no puede ser sino parcial. He leído la mayoría de novelas de Donna Leon y robado a Paola más de una de sus recetas de pasta. Comparto con Brunetti devoción por la grappa y también brindo con prossecco, al que aqui llamamos cava. Además, sé que Venecia es la ciudad más bonita del mundo; el único lugar al que me gustaría retirarme si alguna vez Barcelona deja de retenerme.

Total, ya no les irá de un turista más o menos.

abril 08, 2011

Umberto Eco EL CEMENTERIO DE PRAGA


No sería arriesgado asegurar que durante el siglo XIX, y en especial desde su segunda mitad, Europa tejió los mimbres que acabarán convirtiendo el siglo XX en el más sangriento de la historia de la humanidad. Usos propios del antiguo régimen conviven, no con pocas contradicciones, con los que emanan de la revolución francesa. Surgen nuevas ideologías, como el socialismo o el comunismo, enfrentados a una iglesia combativa ante el peligro que representan las modernas corrientes de pensamiento. Las alianzas entre países se sostienen sobre hilos tan finos que resulta difícil establecer quien es aliado o quien enemigo. La diplomacia ya no se lleva sólo desde las embajadas: espias, embaucadores, aventureros, grupos de presión, órdenes religiosas y sociedades secretas actúan desde el subsuelo, quien sabe si al servicio de otros o de sus propios intereses.

En este complejo escenario sitúa Umberto Eco su última novela y lo hace sintetizando en una sóla persona, el indeseable Simonini, buena parte de las intrigas que agitaron esa época. De la mano de este miserable falsificador conoceremos los orígenes del antisemitismo moderno, cómo se fabricaron teorías conspirativas y cómo éstas, bien manejadas por el poder para sus intereses, se usaron para espolear los peores instintos de la población valiéndose de los incipientes los medios de comunicación de masas.

Que nadie espere en “El cementerio de Praga” una novela de capa y espada. Y mucho menos una historia al estilo de “El nombre de la Rosa”. Umberto Eco ha parido un libro denso, bronco en algunas ocasiones y teñido de un macabro sentido del humor en otras, que relexiona sobre los orígenes de la era moderna, si por moderna entendemos esta sociedad en la que hoy día vivimos.
Debo reconocer que esta novela me ha gustado mucho. Por desgracia, soy de los que piensan que el hecho de que aun se asesine tanto en nombre de la fe o de la razón, o de que sigamos instalados en el miedo-odio al diferente, demuestran que estamos lejos de abandonar ese ciclo histórico cuyos albores tan bien describe Umberto Eco. Nos hallamos a años luz de la postmodernidad.

abril 07, 2011

Reyes Calderon LOS CRÍMENES DEL NÚMERO PRIMO

"El terror irrumpe en el monasterio de Leire"... y la literatura lo abandona despavorida desde la primera página.

Los Thrillers de ambientación religiosa tuvieron un gran boom tras "el nombre de la rosa". Quizá habría que situar a "los crímenes del número primo" en este subgénero, pero lo cierto es que la obra con que se despacha Reyes Calderón tiene más que ver con las aventuras de Santa Teresita del niño Jesús que con la que en su día protagonizara fray Guillermo de Baskerville.

"Los crímenes del número primo" es un libro con un guión que de inconsistente resulta absurdo, escrito además sin el menor sentido del ritmo narrativo. Una obra que puede llegar a asombrar al lector no por la trama, que no se aguanta por ningún lado, sino por la permanente loa a curas, obispos y cardenales, así como por la admiración casi morbosa de la autora por provincianos engominados. Cuanto más de derechas mejor.

Y no crean que escribo esto condicionado por el tufo a sacristía que la obra desprende. Sencillamente es que es un libro muy malo. Una novela que solo puede hacer las delicias a beatonas poco leídas y a miembros del Opus, más ordinarios que supernumerarios, me temo.
Eso sí, imagino que a Ana Botella le encantará.