De repente, sabía cómo encajaba todo. Baiba tenía razón, su amada Baiba, a la que ahora añoraba más que nunca.
“Detrás de cada persona hay siempre otra” Y el error por él cometido consistía en haber confundido quién iba delante y quién detrás.
Como sucede con las grandes obras, El hombre inquieto son varios libros en uno. Por un lado encontramos a Mankell aplicando una nueva vuelta de tuerca a las escotillas traseras del estado sueco, cusestionando esta vez el posicionamiento de este país durante la guerra fría. El argumento, desarrollado con maestría, hará las delicias de los amantes de las tramas de espionaje.
Por otro lado, esta obra plantea una reflexión permanente sobre e el advenimiento de la vejez y las contradicciones, los miedos y las renuncias que tal etapa conlleva. Y lo hace con crudeza, sin demagogias o sombras de falso optimismo. El hombre inquieto es un libro que puede resultar muy duro para aquellos que empezamos a meditar sobre el futuro desde la perspectiva de una cierta edad.
Por último, El Hombre Inquieto signifca la despedida definitiva del inspector Kurt Wallander. Un adiós triste, tristísimo, con el que Henning Mankell se deshace de su personaje más memorable. En un libro cargado de renuncias, el autor se demuestra frío como el aire de Malmö a la hora de despedirse de su creación. La emoción, el sentimiento, queda para los lectores. Supongo que seremos legión los que, como yo, se han conmivido, incluso indignado, al ser obligados a despedirnos de Wallander de un modo tan cruel. Y aunque no descarto la posibilidad de saber algo más del expolicia de Ystad a través de su hija, tampoco me atrevería a asegurarlo.
En resumen, El hombre inquieto es una gran novela no recomendable para cincuentones depresivos o para aquellos que se acerquen por vez primera al universo de Wallander. Quienes no se sitúen en ninguno de estos grupos hallarán esta obra irresistible.
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