"La mujer reconoció aquel aplomo al instante. Su interlocutor sabía cómo hacer que su pecho se inflamase de patriotismo y que sus pies despegasen del suelo deseando cumplir con cualquier misión".
Cuenta Javier Sierra que su pasión por el detalle llega a tal punto que, a fin de documentarse sobre el monte Ararat, lo escaló. Y aunque supongo que este hito puede marcar una gesta en lo deportivo, tras leer el libro, dudo que tal esfuerzo haya merecido la pena. Es más, me atrevería a decir que para parir una obra como esta, bien podría haberse quedado en casa.
El Ángel Perdido es un libro malo, muy malo. Y no lo digo por su temática. A fin de cuentas creer en angelitos o no va a gustos y el género de ficción admite propuestas mucho más fantásticas que la que aquí plantea Sierra. Mi calificación viene dada por lo inconsistente de los personajes, lo incongruente de las situaciones y la incapacidad del autor para ordenar más o menos una trama con cierta lógica.
Y es una pena, pues Javier Sierra tiene algunos libros que no están mal, como La Cena Secreta. Pero en El Ángel Perdido ha tratado de hilvanar una ambiciosa historia a medio camino entre Dan Brown y Frederick Forsyth en la que parece que solo ha imitado lo peor de ambos, que es mucho. Para colmo, la historia desprende un tufillo entre pío y reaccionario que tampoco ayuda a su digestión.
Javier Sierra vende mucho, sobre todo en Estados Unidos. Este libro no será una excepción y créanme en sinceridad que me alegro, pues la industria editorial necesita ganar dinero para mantenerse en estos años tan convulsos. Pero ello no quita a que incluya, por méritos más que sobrados, a El Ángel Perdido en la lista de aspirantes al premio Truñolibro 2011.
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