noviembre 29, 2013

Andra Camilleri LA DANSA DE LA GAVINA

En aquell instant en Montalbano va decidir que calia modificar l'article I de la Constitució, aquell que diu que el país es basa en el treball "Itàlia és una república basada en el tràfic de dro, el retard sistemàtic i la xerrameca vana".

Nova trobada amb Salvo Montalbano, aquesta vegada en català i mitjançant un llibre publicat per Andrea Camilleri al 2009.

Poc puc afegir sobre aquesta saga que no expresès ja fa uns mesos quan vaig comentar La Edad de la Duda. Tot el que caracteritza la sèrie està ben present a aquesta obra, on potser Montalbano guanya presència en detriment dels seus companys. En tot cas la intriga, la comedia i l’humor acid tan característic de l’autor estan tan garantits a La Dansa de la Gavina com la satisfacció que provoca la seva lectura.

Per aixó en aquesta ocasió vull aturar-me en una qüestió que no sempre rep l’mportància que es mereix: la traducció. L’industria editorial viu una gran crisi, tant per la cojuntura econòmica com per la propia transformació del sector. Aquesta situació està provocant una retallada de costos que, per desgràcia,cada vegada es reflecteix més en el producte final. Així, d’un temps ençà, no es pas difìcil trobar llibres amb unes traducción deplorables, errades d’estil continuades i fins i tot faltes d’ortografia.

Per aixó s’agraeix tant una traducció com la que en Pau Vidal fa de la obra de Camilleri. I es que plasmar l’imaginari d’aquest autor es un repte difícil, donat que la seva prosa ,escrita en italià, està plena de mots y girs sicilians. Vidal ho supera amb nota. La seva traducció sap jugar amb el català per reflectir els diferents accents i expressions dels personatges, sense que el texte traduït perdi naturalitat. Un resultat brillant que evidencia talent i hores i hores de feina.


En resum, sempre resulta un plaer llegir a Camilleri. I fer-ho amb una traducció com la que ara ens ocupa, encara més.

noviembre 25, 2013

Paolo Giordano EL CUERPO HUMANO

"Será ese, además de un porcentaje de su sueldo, el único vínculo que lo ate al hombre al que condenó a muerte, al hombre al que salvó la vida. Dejará que el tiempo actúe sobre ese remordimiento, desgastándolo poco a poco"

Si tuviera que elegir el mejor libro sobre la guerra que he leído en mi vida no dudaría un instante: Inshallah de Oriana Fallaci. Una obra monumental, elevada a partir de su función original como crónica de un conflicto -cubierta a la perfección-  hasta convertirse en un impresionante fresco de la condición humana.


Pues bien, aún salvando y mucho las distancias, no he podido evitar acordarme de Inshallah mientras leía El Cuerpo Humano. Quizá porque ambas obras narran, de forma coral, las peripecias de tropas  italianas en misiones internacionales -aquel la guerra del Líbano y éste la de Afganistán- y porque los dos libros fijan la mirada sobre todo en las personas.


A diferencia de Inshallah, El Cuerpo Humano no tiene pretensión de crónica periodística. Giordano no dedica una sola línea a describir las claves del conflicto en el que sitúa la trama. Hay guerra y punto. Y el enemigo es un elemento abstracto al que tampoco llega a retratar en ningún momento. Tan siquiera se plantea si el conflicto en el que sitúa la obra es más o menos justo. Su mirada se fija en los soldados que cumplen la misión y lo hace alejándose de los tópicos -marciales o pacifistas- que tanto abundan en este género. Lo que tenemos aquí son unos seres vulnerables, a su modo desvalidos y psicológicamente complejos, que reaccionan de forma impredecible y en muchos casos desconcertante ante un paisaje y unos acontecimientos que no entienden y que les son ajenos.

Dicho esto, ¿Que nos aporta El Cuerpo Humano que no encontremos en tantas películas -algunas muy logradas- que nos muestran a soldados despistados enfrentados ante el horror de una guerra real?. Creo que la principal diferencia está en que el lenguaje literario nos permitirá profundizar más en los personajes creados por Giordano y disfrutar de ellos sin que la fuerza visual de alguna imagen impactante nos desvíe del sentido último de la obra. Sólo por ello merece la pena leer este libro.

noviembre 19, 2013

Maurizio de Giovanni EL INVIERNO DEL COMISARIO RICCIARDI

"Como siempre, imaginaba que tarde o temprano hablaría con ella y le contaría cuánta paz le daba verla bordar. Entonces le pediría que bordara y él se sentaría a mirarla; ella sonreiría, inclinando la cabeza hacia un lado y le diría que sí, con aquella voz que él nunca había oido"

El invierno del comisario Ricciardi pertenece a una saga que une en su título cada una de las cuatro estaciones del año con Ricciardi, el policía napolitano que las protagoniza. Pese a ser la primera de esta serie, la he abordado tras leer su sucesora, la primavera del comisario Ricciardi, cuya crítica pueden encontrar aquí. Esta alteración del orden cronológico me ha permitido contrastar un hecho que, para qué negarlo, me he ha inquietado un tanto: lo mucho que se parecen ambas obras. Me explicaré.


Como resulta natural, los diferentes libros que componen una saga suelen tener muchos elementos comunes: el protagonista, los personajes satélites a éste, la ambientación y el estilo general de la obra. En el caso que nos ocupa, estas similitudes son muy destacables debido a lo peculiar del comisario -un tipo que ve muertos a todas horas- sus extrañas relaciones afectivas y el contexto en que que se desarrollan sus aventuras: la Italia fascista de entreguerras.


Sin embargo, más allá de estos elementos que, imagino, darán continuidad a toda la saga, los dos libros que he leído se asemejan en su estructura como dos gotas de agua. Me atrevería a decir que el reparto de los tempos entre la resolución del caso criminal que ocupa, los problemas sentimentales del protagonista, las charlas con sus compañeros de trabajo -limitados a su jefe, el forense y el sargento Maione- , las descripciones minuciosas de Nápoles y el uso de la meteorología como hilo conductor, están repartidos de forma idéntica en ambas novelas. La semejanza llega al punto en que el final se resuelve en el mismo escenario, un teatro.

El resultado es que lo que me sorprendió de forma muy agradable en el primer libro, me ha producido una sensación de dejà vu demasiado acusada en este. Un regusto agridulce que sólo podré resolver cuando me enfrente al resto de la saga. Entre tanto, y dado lo bien que escribe Maurizio de Giovanni, me decanto pòr dar un voto de confianza al raro de Ricciardi y seguir recomendando esta obra.

noviembre 06, 2013

Julia Navarro DISPARA, YO YA ESTOY MUERTO

“Se confesó, hizo penitencia y le pidió cuentas a Dios. Pero sólo escuchó el silencio, el mismo silencio que escucharon millones de judíos, de gitanos, y de otros hombres y mujeres en los campos de exterminio, y decidió callar para siempre”


Cuando acabé La Biblia de Barro escribí en este blog que no sería fácil que volviera a leer a Julia Navarro, aunque tampoco cerré la puerta a hacerlo. Ocho años he tardado en enfrentarme a una nueva obra de esta autora y lo he hecho menos por falta de prejuicios como movido por lo atractivo de la trama: las tribulaciones de una familia judía rusa desde finales del siglo diecinueve hasta la actualidad. Un recorrido entre San Petersburgo y Jerusalén que abarca la primera guerra mundial, la revolución rusa, el auge del nazismo, la segunda guerra mundial y la creación del moderno estado de Israel. Por desgracia, pese a lo apasionante del argumento, el resultado es, a mi juicio, de lo más irregular.


A favor de Julia Navarro cabe decir que, desde que dejé de leerla, ha crecido mucho como escritora. Dispara, yo ya estoy muerto, presenta una estructura compleja y difícil de dominar, que exige oficio por parte de la autora a la hora de manejar una gran multitud de datos y personajes, tanto reales como imaginarios.


Sin embargo, la historia no acaba de cuajar. El ritmo es muy irregular y el libro llega a aburrir en muchos momentos. A ello contribuye en buena parte la notable extensión de la obra. Y eso que, sin que sirva de precedente, entiendo que en esta novela se justifican las novecientas páginas. El problema reside en que resulta muy difícil mantener el interés constante en una historia tan amplia. Desde luego aquí no se consigue. La supuesta sorpresa final que encierra el libro -que no resulta tal a medida que se va leyendo- no es suficiente para sostener la tensión durante los pasajes más tediosos de un libro que, en demasiadas ocasiones, estás deseando acabar.


Sin embargo, lo que menos me ha gustado de Dispara, yo ya estoy muerto debo buscarlo en la carga ideológica que destila y en el hecho de que ésta, por evidente que resulte, se intente justificar bajo un tamiz de falsa equidistancia. Que nadie se lleve a engaños. Por más que se intente camuflar, nos hallamos ante un libro diseñado para glorificar el actual estado de Israel y sacar de paso los colores a los palestinos, quienes parecen merecer cuanto les pase por estupidez o perfidia.

En resumen, Dispara, yo ya estoy muerto es una obra que habla de muchos judíos buenos y en la que Julia Navarro permite que algunos árabes - muy pocos y con grandes contradicciones- también lo sean.