“Pero yo había
decidido no hacer ningún tipo de mudanza, ni entonces ni nunca, por ningún concepto.
Porque confiaba en que algún día, no hoy ni mañana, ni en un año, ni siquiera
en dos, pero algún día, Quesito recapacitaría sobre lo ocurrido, vería las
cosas con otros ojos y depondría su enfado, y si entonces quería venir a decírmelo
o a decirme cualquier otra cosa, era importante que supiera que me podía
encontrar.”
Para los que admiramos a Eduardo Mendoza, encarar la lectura de El Enredo de la Bolsa y la
Vida supone un doble placer. El de afrontar una nueva novela del autor
barcelonés y el de rencontrarse con el loco investigador anónimo de El Misterio
de la Cripta Encantada, El Laberinto de las Aceitunas y La Aventura del Tocador
de Señoras. Un tipo sin nombre al que, con toro cariño y sabiendo que
yerro, llamaré Manolito.
A partir de aquí lo mejor que el lector puede
hacer es deslizarse y dejarse llevar por la lectura, a sabiendas de no habrá
página que amague algún motivo para la sorpresa, la ironía, la sorna, el esperpento o la
pura carcajada. Aun así, que nadie crea que este libro es una
sucesión de gags más o menos enhebrados. O de chistes fáciles. En El Enredo de
la Bolsa y la Vida manda el guion y todos los elementos hilarantes, que son
muchos y variadísimos, están al servicio de una historia, por lo demás
sólidamente trazada.
Tampoco es este libro, como he leído por ahí,
una historia centrada en la crisis actual. Manolito, su hermana Cándida, el Pollo Morgan, Rómulo el Guapo, La Moski y el resto de personajes que traza Mendoza, son
tipos que transitan por esta vida en crisis permanente -si no moral, sí al menos pecuniaria-
con independencia de la coyuntura política, social o económica, que atraviese
el país.
Eso sí, El Enredo de la Bolsa y la Vida
resulta una excelente terapia para en estos tiempos de recortes y
restricciones que nos toca vivir. No porque combata semejantes males, desde
luego, sino porque nos obliga a reír a mandíbula batiente a pesar de la que
está cayendo. Y a hacerlo sin perder el sentido crítico y humano.