marzo 18, 2013

Paul Auster DIARIO DE INVIERNO.

"Todos somos extraños para nosotros mismos, y si tenemos alguna sensación de quiénes somos, es sólo porque vivimos dentro de la mirada de los demás".


Reconozco que, tras comprar este libro, lo he mantenido casi un año en la estantería antes de decidirme a abordarlo. ¿El motivo? Buscaba un momento especial para leerlo. Amén del estilo personal de Paul Auster, sabía que con este Diario de Invierno me iba a tocar enfrentarme a una obra especialmente introspectiva y que sus escasas doscientas no ocultaban lo denso de su lectura. Esperé además a disponer de un estado de ánimo propicio por mi parte, ya que es fácil deducir en torno a qué girará la autobiografía de una persona que ha cumplido sesenta y seis años.

Confieso también que cuando al fin lo trasladé del anaquel a la mesita de noche, refugio habitual de mis lecturas, lo hice con la intención de que este libro me ayudara a dormir. No me malinterpreten. Para mí, que un libro te haga conciliar el sueño es una virtud que ya he reivindicado alguna vez en este blog. La mala literatura me solivianta, o me despista, o me hace perder el interés, y casi siempre me obliga a leer rápido para acabar cuanto antes con aquel tostón. Pero un libro cuyos renglones te obligan a reflexionar más allá de lo que te muestran, que te susurra frases amables al oído y, a la postre, te roba la conciencia para abrirte las puertas de Morfeo, resulta para mí toda una bendición.

Pues bien, con este Diario de Invierno he fracasado.


La culpa la tiene Paul Auster y lo bien que escribe. Al final no ha habido calma ni leches, la obra me ha prendido desde las primeras páginas y no sólo no me ha hecho dormir antes, sino que me ha robado horas de sueño. Lo más sorprendente es que tal efecto lo ha conseguido una biografía parcial y desordenada, centrada en demostrar que Paul Auster es un tipo normal, con una vida trufada de pequeñas miserias y alegrías, miedos, deseos e ilusiones.



"Pero lo que más añoras es el mundo tal como era antes de que estuviese prohibido fumar en los locales públicos"


Emociones cotidianas, en definitiva, que el autor sabe situar por encima de su propia persona hasta llevarlas al terreno de lector, quien es fácil que acabe reflexionando, no ya sobre lo que lee, sino sobre sí mismo.

Diario de Invierno es un libro excelente, que demuestra que nunca es mal momento para enfrentarse a la buena literatura.

marzo 15, 2013

Maurizio de Giovanni LA PRIMAVERA DEL COMISARIO RICCIARDI


“Era la primavera que bailaba de puntillas, giraba ligera, aún joven, alegre, todavía ajena a lo que traería, pero con unas ganas enormes de sembrar un poco de desorden en las cosas. Sin segundas intenciones, por el puro gusto de mezclar las cartas. Y la sangre de la gente.”


Que bajo la etiqueta de novela negra se etiquetan obras muy dispares es un hecho incontestable. Y que los autores del género policíaco cada vez se esfuerzan más en dotar de elementos originales a sus historias y personajes, también. La primavera del Comisario Ricciardi es un perfecto ejemplo de estas afirmaciones.

En primer lugar, Maurizio de Giovanni se aleja de los escenarios tópicos del género para situar su obra en la Nápoles de principios de los años 30, durante dictadura de Mussolini. Una época convulsa y una de las ciudades, para lo bueno y para lo malo, más singulares del mundo.

En segundo lugar, el protagonista de la obra, ya convertida en saga, es Ricciardi, un comisario a cuyo lado el inclasificable Adamsberg, ese extraño ser creado por Fred Vargas,  parecería un tipo de lo más normal. Raro, raro, raro.

“El hombre que mira es el que no vive. Solo puede ver cómo pasa la vidade los otros y vivir a través de ellos. El que mira no consigue vivir”.


Y en tercer lugar, el autor parece decidido a alejarse de los tópicos estilísticos del género negro -lenguaje directo, crudeza...- para presentarnos una prosa llena de lirismo, con pasajes casi poéticos y un planteamiento coral que puede despistar en un principio. 


¿El resultado? Una estupenda novela, llena de magia y en la que, lejos de una excusa para el título, la primavera es protagonista destacada de la narración. Al igual que la ciudad de Nápoles. De hecho el final, que como siempre no desvelaré, tiene mucho de opereta. ¿O tarantela?

Este libro pertenece a una saga que comenzó con El invierno del comisario Ricciardi y que, al más puro estilo Vivaldi,  ya ha recorrido la primarera, el verano y el otoño; un perriplo estacional al que sin duda pienso sumarme. ¿Por qué? Porque este libro me ha gustado mucho y porque Maurizio de Giovanni ha logrado con él algo que hasta hace poco hubiera creído imposible: reconciliarme con Nápoles, esa ciudad que llegué a definir como la más fea del mundo.

marzo 01, 2013

Lorenzo Silva LA MARCA DEL MERIDIANO

"Educada en la tirria hacia lo catalán que de un modo u otro se les inculca a todos los criados en los dominios de la vieja Corona de Castilla, el acto le resultaba per se lo bastante incómodo como para pensárselo dos veces, pero además el aspecto de aquella planta comestible parecía suscitarle alguna desconfianza (La agente Chamorro ante un calçot)


No es la primera vez que Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, los convencidos miembros de la benemérita creados por Lorenzo Silva, han hecho ganar premios a su autor. Lo lograron en el año 2000, al alzarse con el Nadal gracias a “El Alquimista Impaciente”. Y han repetido hazaña en 2012, donde lograron llevarse nada menos que el premio Planeta con el libro que nos ocupa.

Reconozco que no he leído todos los libros de esta pareja de guardias civiles, aunque los dos o tres que han pasado por mis manos me dejaron un buen sabor de boca. Una sensación que se ha repetido en este libro, a pesar de algunos matices que señalaré.

En la parte posiitva, los argumentos de más peso: lo bien trabajado de los personajes principales, la indudable solidez de la trama y la excelente prosa que destila la obra. En un aspecto muy diferente, también me ha gustado la claridad y la falta de tapujos con la que aborda un tema tan espinoso como es la imagen que para muchos españoles proyecta Catalunya.


Respecto a los aspectos que menos me han agradado, reconozco que son bastante subjetivos e incluso alejados de la crítica literaria. El problema es que mi visión de la guardia civil casa muy poco con la que muestra Lorenzo Silva, por lo que entiendo como arenga y exaltación del espíritu castrense pasajes que quizá el autor no planteó así. Además, debido a lo bien construidos que están los protagonistas, me es difícil comprender en ocasiones cómo razonan o actúan. Así, aunque intente identificarme con el brigada Bevilacqua, por ejemplo, no llego a ponerme en su piel. Y es que nunca acabaré de fiarme de un tipo que se despierta cada mañana al son del himno de la legión.


"El estilo castrense, también allí, y por si lo olvidábamos cuando andábamos por la calle jugando a policías, nos recordaba que habíamos jurado bandera".



Tampoco quisiera que la opinión personal que cada cual tenga sobre la guardia civil condicione la lectura de la obra. A fin de cuentas, cada día nos tragamos por cine y televisión la épica de marines, rangers, CSI, CIA, FBI, NSA, NCIS y demás cachocarnes americanos sin rechistar. Por encima de todo, La Marca del Meridiano es buena novela que agradará a los amantes del género policíaco y a quienes gusten de abordar historias bien escritas.