Uno de los grandes atractivos a la hora de abordar Las Joyas del Paraíso estriba en que nos permite leer una obra de Donna León ajena al comisario Guido Brunetti, el célebre policía que protagoniza la mayoría de sus libros. Eso sí, la novedad acaba ahí, pues el escenario en que se sitúa la historia sigue siendo Venecia y la temática gira en torno a la ópera, una de las grandes pasiones de la autora, presente de una forma u otra en varias de sus novelas.
El resultado, bajo mi opinión personal, no ha estado a la
altura de la expectativa. En su empeño
por hacer una intriga ligera, culta y alejada del género negro, Donna León ha
creado una historia que peca simplona, incluso aburrida en algunos momentos, que
no llega a enganchar al lector. Por
fortuna, la autora no aparca el estilo que caracteriza a su saga. Su lenguaje ágil, la mordacidad en las
descripciones y su maestría a la hora de desarrollar diálogos siguen presentes.
Este hecho, unido al paisaje familiar de Venecia, hacen que Las Joyas del
Paraíso sea como un libro de Brunetti pero sin el comisario, ni policías, ni villanos, ni
muertos. Por desgracia, al despojarla de estos elementos, nos encontramos ante una novela muy tibia.
Tras advertir de qué es y qué no es este libro, recomendaría
Las Joyas del Paraíso tan solo a los incondicionales
de Donna Leon y a los perdidamente enamorados de Venecia. Como yo mismo, lo reconozco.