“-Mire, padre, la gente no quema iglesias y conventos sin ton ni son. Nunca han quemado una taberna, un hospital ni una plaza de toros. Si en toda España el pueblo elige quemar iglesias, con lo que cuestan de prender, por algo será".
En la primavera de 1936 la guerra civil parece ya inevitable y Madrid es el centro de todas las conjuras, intrigas y ruidos de sables o fusiles. En ese convulso marco sitúa Eduardo Mendoza su última novela. Pese a lo atractivo del escenario, Riña de gatos no es una novela histórica ni un relato costumbrista sino un gran folletín de lances y enredos, una novela con más capa que espada que nos devuelve al mejor Eduardo Mendoza.
Mientras en “La ciudad de los prodigios” o “Mauricio y las elecciones primarias” Barcelona era protagonista del relato, el Madrid que aquí homenajea el autor comparte cartel con la gran cantidad de personajes que desfilan por la obra, tanto imaginarios como reales. Entre estos últimos hallaremos a Franco, José Antonio, Azaña, Mola, Sánchez Mazas, Alcalá Zamora o Serrano Suñer.
Los líos en que se mete el fracasado profesor inglés y especialista en Velázquez que protagoniza Riña de gatos, llegarán a recordarnos a “la aventura del tocador de señoras". Y aunque la trama es mucho menos histriónica que la de este libro o el más reciente “Pomponio Flato”, los amantes del peculiar sentido del humor de Eduardo Mendoza no se sentirán defraudados:
“-(…) ¿Es verdad que en su pueblo los hombres llevan faldas?
-En Escocia, y sólo los días de fiesta.
-Ja. Me barrunto yo qué fiestas serán esas –rió la mujerona.
Eduardo Mendoza es un maestro de la literatura y Riña de Gatos una excelente muestra de su mejor forma de escribir. Que este libro recibiera el Planeta de 2010 engrandece el premio.
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