No sería arriesgado asegurar que durante el siglo XIX, y en especial desde su segunda mitad, Europa tejió los mimbres que acabarán convirtiendo el siglo XX en el más sangriento de la historia de la humanidad. Usos propios del antiguo régimen conviven, no con pocas contradicciones, con los que emanan de la revolución francesa. Surgen nuevas ideologías, como el socialismo o el comunismo, enfrentados a una iglesia combativa ante el peligro que representan las modernas corrientes de pensamiento. Las alianzas entre países se sostienen sobre hilos tan finos que resulta difícil establecer quien es aliado o quien enemigo. La diplomacia ya no se lleva sólo desde las embajadas: espias, embaucadores, aventureros, grupos de presión, órdenes religiosas y sociedades secretas actúan desde el subsuelo, quien sabe si al servicio de otros o de sus propios intereses.
En este complejo escenario sitúa Umberto Eco su última novela y lo hace sintetizando en una sóla persona, el indeseable Simonini, buena parte de las intrigas que agitaron esa época. De la mano de este miserable falsificador conoceremos los orígenes del antisemitismo moderno, cómo se fabricaron teorías conspirativas y cómo éstas, bien manejadas por el poder para sus intereses, se usaron para espolear los peores instintos de la población valiéndose de los incipientes los medios de comunicación de masas.
Que nadie espere en “El cementerio de Praga” una novela de capa y espada. Y mucho menos una historia al estilo de “El nombre de la Rosa”. Umberto Eco ha parido un libro denso, bronco en algunas ocasiones y teñido de un macabro sentido del humor en otras, que relexiona sobre los orígenes de la era moderna, si por moderna entendemos esta sociedad en la que hoy día vivimos.
Debo reconocer que esta novela me ha gustado mucho. Por desgracia, soy de los que piensan que el hecho de que aun se asesine tanto en nombre de la fe o de la razón, o de que sigamos instalados en el miedo-odio al diferente, demuestran que estamos lejos de abandonar ese ciclo histórico cuyos albores tan bien describe Umberto Eco. Nos hallamos a años luz de la postmodernidad.
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