"Los faldones de los fracs entrechocaban con ruido sordo, mecidos en el aire por los pasos cortos y seguros, en espera de encontrar el círculo adecuado, la conversación precisa, el negocio perfecto".
La Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX ejerce, desde hace varios años, un atractivo irresistible para muchos autores. En la abundante producción literaria ambientada en este periodo encontramos obras de todo tipo, desde pequeñas maravillas como Rosa de Foc de Joan Agut (QEPD) hasta libelos perfectamente olvidables.
La Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX ejerce, desde hace varios años, un atractivo irresistible para muchos autores. En la abundante producción literaria ambientada en este periodo encontramos obras de todo tipo, desde pequeñas maravillas como Rosa de Foc de Joan Agut (QEPD) hasta libelos perfectamente olvidables.
El Sueño de
la Ciudad también se centra en la Barcelona de principios del siglo XX y lo
hace, además, apoyado en la figura de uno de los grandes nombres de la época:
Antoni Gaudí. El célebre escultor catalán también ha sido referencia en
multitud de obras, desde novelas de contenido histórico hasta relatos de corte esotérico. Pienso
en este caso en la infumable la Clave Gaudí de Andreu Carranza y Esteban
Martín, uno de los libros más malos que he leído en mi vida.
Pues bien,
con tales mimbres, Andrés Vidal teje una historia que, bajo mi punto de vista,
peca e acudir en exceso a los estereotipos literarios de esa época, sin aportar
apenas nada que la haga reseñable. El patriarca hacendoso, los herederos
díscolos, la mansión de Sant Gervasi, los barrios obreros, El Casino de
l'Arrabassada, las barracas de Somorrostro, todo suena a demasiado familiar,
reconocible y, lo peor de todo, a ya leído en otros libros, algunos firmados por plumas muy solventes.
El ritmo es propio de un relato costumbrista, apoyado en exceso, por ingredientes y recursos propios de la novela romántica. Sólo tras
cuatrocientas y pico largas páginas y a menos de cien del final despierta la
acción, pese a que ésta se intuye desde el principio del libro. Y lo hace con demasiada urgencia, rompiendo la languidez que hasta ese momento domina la
novela. De una página para otra los personajes principales cambian de carácter y
la trama se resuelve de una forma tan precipitada que parecería como si el autor, de
repente, cayera en cuenta de que había que liquidar el libro cuanto antes.
Como desagravio cabe decir que me ha gustado mucho el tratamiento que el autor otorga a Gaudí, personaje
al que se acerca con cariño y respeto, y a su obra más conocida, la Sagrada
Familia. Andrés Vidal evita la fácil tentación de involucrar al personaje y su
monumento en la trama, y los usa como sutil hilo conductor de la narración.
Como
conclusión, recomendaría El Sueño de la Ciudad tan sólo a quienes consideran la ciudad de Barcelona como un género literario en sí mismo. No creo
que les encante, pero encontrarán muchos de los elementos que caracterizan a
este tipo de narraciones.
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