noviembre 05, 2012

Félix J. Palma EL MAPA DEL TIEMPO


“A medida que se adentraba en sus pretenciosas páginas, comenzó a cuajar en su mente el más puro tedio, aparte de la decisión de no citarse con sus admiradores nunca más”

Cuando, hace unos meses, realicé el comentario sobre El Mapa del Cielo comenté que me gustaría leer la obra que le precedió y dio fama, El Mapa del Tiempo, convencido de que sería mucho mejor que el libro que acababa de analizar y que no me dejó un buen sabor de boca.

Pues bien, ahora que ambas historias han pasado por mis manos, debo decir que mi intuición me traicionó. El Mapa del Tiempo  aun siendo el primer libro de la saga, es bastante peor que el segundo, ya que presenta en estado puro los vicios literarios que, ahora lo sé,  su siguiente obra intentó pulir. Esto es, una manía desmedida por entretenerse, en ocasiones de forma realmente soporífera, en describir con todo lujo de detalles situaciones y hechos alejados la trama principal y que, como el lector descubre pronto,  no solo no aportan sino que en nada influirán sobre ésta. ¿Con qué fin? Con el de alcanzar un nivel suficientemente abultado de páginas, intuyo, pues si no es difícil de explicar. O el de pretender hacer muchos libros en uno solo, una tentación que casi siempre lleva al fracaso.

Y es que de El Mapa del Tiempo, organizado como una suerte de trilogía apenas enlazada por algunos personajes comunes, sobran las dos primeras partes y la mitad de la segunda.  Así, lo que podía haber sido un fantástico relato de ciencia ficción acaba convertido en un libro farragoso en el que el género fantástico apenas logra abrirse paso entre la comedia de situación, el drama romántico o la novela de enredos, sin que estos géneros se conjuguen para ofrecer un producto coherente.

Y es una pena porque, lo dije en su momento y lo repito, Félix J. Palma escribe muy bien. Y además, está perfectamente documentado. Por desgracia, tener un estilo impecable o saber mucho de un tema no basta para parir una buena novela. Quizá Palma sea el primer convencido.  Así, cobraría sentido lo que él mismo cita en su libro: “Tal vez debería atreverse a escribir otro tipo de historias, algo que sacudiera el alma de los lectores de un modo distinto, una novela cuya lectura les supusiera poco menos que una revelación (...)”

¿Enstaría pensando en sí mismo?

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