No sé si a ustedes también les sucede, pero muchas de las obras se esfuman de mi mente al poco tiempo de leerlas, sin dejar recuerdo aparente. Hay otros libros en los que descubro cuanto me han influenciado al releerlos; y hay obras que tan siquiera necesito releer salvo por el placer de hacerlo pues, pase el tiempo que pase, permanecerán siempre instaladas en mi memoria. “Ultimas tardes con Teresa” es una de ellas. Puedo afirmar sin complejos que, aunque uno ya era de leer, con ese libro Juan Marsé me conquistó como adepto, no ya a su obra, sino a la literatura.
Quizá por todo lo expuesto entenderán mi emoción al enfrentarme a una nueva obra de Marsé. Cariño y respeto se confunden. Y un cierto temor a que el retoño no responda a unas expectativas que yo mismo considero demasiado altas.
“Caligrafía de los sueños” lo ha conseguido de nuevo, aunque reconozco que el autor no lo ha puesto fácil. Con evidentes resonancias de “Si te dicen que caí”, la obra podría pasar por una serie de apuntes autobiográficos, escritos para consumo del propio Marsé, apenas revestidos por una trama que recuerda mucho a la canción Penélope de Serrat. Poca sustancia para ensamblar una obra consitente.
Sin embargo “Caligrafía de los sueños” te va ganando a medida que lo lees. Al principio por la maestría de su narrativa y, a medida que se van consumiendo las páginas, por el propio argumento, mucho menos accesorio de lo que en principio podría presumirse.
No me extenderé más. Quienes no conozcan la obra del escritor barcelonés pueden empezar por “Últimas tardes con Teresa” y acabar con esta Caligrafía de los Sueños. Si prefieren otra combinación prueben con “Teniente Bravo”, “El embrujo de Shangai”… No se planteen demasiado el orden, pero lean a Marsé.