diciembre 18, 2012

Toni Hill LOS BUENOS SUICIDAS

"Según parece, nadie se ha molestado en componer canciones nuevas, así que un año más los peces siguen bebiendo en el mismo puto río. Debe de ser eso lo que jode de la Navidad, piensa Héctor: el hecho de que, en líneas generales, sea siempre igual, mientras nosotros cambiamos y envejecemos".

Tras el buen sabor de boca que me dejó El Verano de Los Juguetes Muertos, poco he tardado en hacerme con la segunda y, hasta el momento, última novela de Toni Hill.

Los buenos Suicidas es la continuación en forma de saga de su ópera prima, por lo que encontramos muchos elementos comunes, amén de los personajes principales. Y aunque la publicación de ambas novelas apenas dista un año, se nota que en este tiempo Toni Hill ha crecido como escritor. Su estilo sigue siendo directo, sin grandes florituras, pero pulcro y cada vez más personal.

En cuanto al argumento, se obreponen dos historias. Una,  la que da sentido a la saga, tiene a la ex  mujer del inspector Salgado como eje conducor. La otra, la específica de esta novela, podría recordar a clásicos del género como Agatha Christie, por la gran cantidad de personajes relacionados entre sí y unidos alrededor de un crimen. Un ejercicio complejo, ya que el autor precisa describir a cada uno de ellos, dotarles de personalidad y jugar con las posibilidades que todos tienen de ser el asesino.

Y aquí es donde, a mi parecer, la novela flaquea más. Dado lo bien elaborada que está la trama, el desenlace de la misma –que, como es costumbre, este blog calla para no dar pistas- se me antoja un tanto simple. Es una pena pues, con un final algo más a la altura del resto del libro, podría haber considerado a Los Buenos Suicidas  como una novela redonda.

diciembre 03, 2012

Patrick Modiano TRILOGÍA DE LA OCUPACIÓN


Mientras ahogan unas risitas al preparar las bebidas, entra Grève, el maître, que le regunta a Marchelet: “Qué va a querer comer dentro de un rato el señor conde?”. A lo que Marchelet contesta invariablemente: El señor conde tomará mierda”.

Desde la humildad de esta bitácora, reconozco que me produce cierto vértigo enfrentarme a la crítica de una novela cuyo autor, postulado varias veces como premio Nobel y reconocido en su amplia trayectoria con los más importantes premios literarios, está considerado uno de los mejores novelistas franceses vivos.

Y lo peor es que me toca hacerlo para concluir, haciendo un ejercicio de sinceridad, que los tres libros que componen la “trilogía de la ocupación” me han parecido un verdadero truño. Intentaré explicarme:

Las tres novelas de las que hablamos -El lugar de la Estrella, La Ronda Nocturna y Los Paseos de Circunvalación- fueron escritas entre 1968 y 1972.  O sea, hace más de 40 años; en un tiempo en que el pastiche narrativo, el aparente desprecio a las normas estilísiticas y el tocar temas tabús para la época, podía ser considerado como un acto transgresor, un ejercicio intelectual casi revolucionario.

El problema es que la pátina del tiempo ha dejado aquellas formas en pura anécdota. Un lector actual, al enfrentarse  a estos libros, difícilmente acabará de entender el empeño del escritor por dificultarle la lectura, esconderle lo que le quiere decir, confundirlo, mentirle y, a la postre, no explicarle nada.  Y no mediante un libro, sino a través de tres, puesto que todos ellos narran la misma historia.

Modiano me ha recordado a Houellebecq en su peor faceta por su afán algo pueril por provocar. Incluso al músico Serge Geinsbourg, con quien comparte su obsesión por el Nazismo. Y por Francia, naturalmente. Como buenos hijos de esa tierra.

En defensa de Modiano, cabe decir que éstas fueron sus tres primeras novelas. El lugar de La Estrella se publicó en 1968 al calor de la revolución del aquel mítico mayo. Cabe suponer que el autor que acabaría siendo galardonado con el premio Gouncout, aquel cuyo nombre ha sonado varias veces como aspirante al premio Nobel de literatura, siguió crecindo como escritor desde esas primeras obras de juventud.

Por suerte o por desgracia, me temo que yo no voy a averiguarlo.

diciembre 02, 2012

Jonas Jonasson EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ



"Allan metía a clérigos y políticos en un mismo saco y le daba igual que fueran comunistas, fascistas o capitalistas. En cambio, estaba de acuerdo con su padre en que la gente honrada no bebe zumo de frutas".

Como ya he comentado en otras ocasiones, soy de los que opinan que el título de un libro imprime el carácter de éste. Para bien y para mal pues de la misma forma que, en ocasiones, logra sintetizar el espíritu de la obra, otras veces dspista sobre el contenido de la misma.

Reconozco que con El Abuelo que Saltó por la Ventana y se Largó me ha sucedido algo así. Cogí el libro preparado para enfrentarme a una enternecedora historia sobre la tercera edad, con abuelitos amables, nietecitos cariñosos y buen rollo a raudales. Algo así como Heidi pero en actual. Pues bien, en su lugar me he encontrado con una especie road movieroad book, claro- adornada con pasajes al más puro estilo Forrest Gump y escrita con un sentido del humor que podría recordar a Eduardo Mendoza.

Huelga decir que , en este caso, el libro ha superado con creces las expectativas que, a priori, había puesto en él. Aunque su humor es sutil, cuando quiere, Jonas Jonasson sabe provocar la carcajada –tiene golpes de efecto realmente divertidos-  a partir de unos personajes de los que resulta muy difícil no encariñarse, expuestos a situaciones delirantes. De fondo, una curiosa perspectiva de algunos de los acontecimientos más importantes del siglo XX.

En resumen,  El Abuelo que Saltó por la Ventana y se Largó es mucho más que un mero relato cómico.  Estamos ante una brillante novela.