“(…) Qué incoherencia tan sublime que su propia generación, que no tiene mucho que contar todavía, haya producido hombres que nunca dejan de hablar, personas como Bing, por ejemplo, o como Jake, que se pone a hablar de sí mismo a la menor oportunidad, que tiene opinión sobre todos los temas, que vomita palabras de la mañana a la noche, aunque el hecho de que hable no quiere decir que ella quiera oirle, mientras que en lo que se refiere a los hombres callados, a los viejos, a los que están a punto desaparecer, daría cualquier cosa por escuchar lo que tuvieran que decir”.
Como fórmula habitual, en una novela los personajes, por bien construidos que estén, se supeditan a la historia. Basta a leer a Paul Auster para entender que no siempre es así, que a veces la trama es una mera excusa para abordar a los protagonistas de la obra.
Sunset park es un ejemplo perfecto de este estilo de escribir. El argumento es tan sutil que apenas si cumple como hilo conductor para dar cobertura a unos personajes que Auster construye hasta en sus más íntimos detalles y que el escritor describe con precisíon de psicoanalista.
Personas oscuras, insatisfechas y emocionalmente inestables, que se desenvuelven en la más estricta normalidad. No son marginados, dese luego, es más, están sobradamente preparados. A lo sumo, se mueven en un difícil contexto, como es el de la crisis actual.
A Paul Auster Auster le sobra oficio literario para, desde un guión tan simple, reflexionar sobre el tiempo, las casualidades o las paradojas del destino, y de paso disertar sobre baseball, homenajear a la literatura norteamericana o criticar la política internacional de su país, sin que la novela pierda coherencia. Y hacerlo además con amenidad, pese a cumplir con todos los requisitos de escritor de culto al uso: escribiendo en presente, construyendo frases de más de media página o evitando los guiones para marcar las conversaciones.
En definitiva, Sunset Park no agradará en exceso a los amantes de libros con estructura de presentación, nudo y desenlace, pero hará las delicias de aquellos que buscan explorar el alma humana a través de la literatura.
PD: Dedicado a mi antigua amiga Pilar Sánchez, integrante también, como la personaje de Sunset Park, de un clan familiar femenino. En su caso, el de las famosas Sánchez de Ogilvy.