Si en la anterior entrada comentaba la excelente salud que parece exhibir la moderna novela negra barcelonesa, el libro que ahora nos ocupa reafirma aquella impresión.
Y no es que ambos libros se parezcan. Al contrario, mientras
“Siempre Quise Bailar…” recrea –con gran acierto- todos los lugares comunes del
género, El Verano de los Juguetes
Muertos se sustenta sobre todo en lo sólido de la historia y en la credibilidad
que transmiten sus personajes.
Sorprende Toni Hill por lo bien que controla el “tempo” de
la novela, afinando el momento en que corta cada capítulo con la misma
precisión de un director de cine al cambiar de escena. Ello infunde a la
narración un ritmo propio, que le permite transitar airosa por una intriga en
ocasiones compleja.
En definitiva, El Verano de los Juguetes Muertos es un buen
libro en el que secretos de familia, ciertas dosis de nihilismo y un relato más
crudo que violento, conforman una novela que gustará a los amantes del género
negro y a aquellos que aprecien las
historias bien resueltas.
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