“La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un campo de terror, él había levantado la espada en vez de poner el cuello.”
Intemperie ha sido una de las revelaciones de 2013, uno de esos libros que, aupados de forma viral, se han llegado a convertir en un pequeño fenómeno. Lo significativo es que esta notoriedad no se ha conseguido en base a ninguna nueva fórmula narrativa, sino recurriendo a un género con tanta tradición en España como es el drama rural.
Intemperie narra con excelente prosa las cuitas de un niño que huye y del cabrero que le da refugio, enfrentados ambos a una naturaleza hostil y a unos hombres sin entrañas. Se ha comparado mucho a Jesús Carrasco con Delibes por el protagonismo que logra otorgar al paisaje. Y es cierto pero, puestos a buscar paralelismos, debo reconocer que esta obra me ha recordado mucho a La Familia de Pascual Duarte, donde la degradación humana y la violencia son una constante.
La trama de este libro es demasiado simple para ser tenida en cuenta. Su fuerza reside en el omnipresente paisaje en el que se enmarca. Un territorio duro, semidesértico, cuajado de peligros y abandonos. Por desgracia, la obra se sustenta también en base a las minuciosas descripciones con las que el autor nos regala, desde la forma correcta de cargar a un burro hasta cómo debe ordeñarse una cabra, explicadas con todo lujo de detalles y haciendo gala de unas expresiones extrañísimas, al menos para quienes no somos -muy pero que muy- de pueblo.
¿A quien recomendar este libro? Es difícil precisarlo. El lector urbanita debería enfrentarse a Intemperie consciente de que el mundo que descubrirá está tan alejado de él como el planeta Kriptón o La Tierra Media. Eso sí, quien goce del mundo rural y del western camuflado disfrutará con su lectura. Aquel que busque a Delibes no lo encontrará, pero es posible que la novela le agrade. Y quien aún crea que el boca a boca es la forma más sincera de promoción literaria es posible que se lleve una sorpresa.
En mi caso debo reconocer que he disfrutado del dominio del lenguaje de este autor y poco más. Sin restarle méritos a Jesús Carrasco, que los tiene, Intemperie no es mi libro.
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